“Lo único que siempre me mantuvo al margen de la
frustración fue River. River es otra cosa. River no pierde nunca, River es más
fuerte que las angustias que llevo dentro. River le gana a los miedos que no le
cuento a nadie. River fue mi revancha cuando los jefes me basureaban. River era
mi alivio semanal cuando tenía 19 años y un vacío existencial. River me
fascinaba cuando yo me odiaba. River es un refugio para mí. River es la
revancha de quienes están en un hospital, una cárcel o una comisaría. River es
el lujo de los que no tienen 1,25 para el bondi. River es nuestra garantía
semanal de triunfo, de grandeza, de reivindicación. Te pones un buzo de River y
caminás por la calle, hasta cartoneás por la calle, como un campeón. Siempre
fuimos eso: campeones. Los perdedores son otros.
Y de repente River se puede ir a la B. Y si River desciende, mi único costado irrompible se desvanece. Tendré que seguir soportando mis fracasos diarios, pero ya no estará River como actor desagraviante.”
Y de repente River se puede ir a la B. Y si River desciende, mi único costado irrompible se desvanece. Tendré que seguir soportando mis fracasos diarios, pero ya no estará River como actor desagraviante.”
Gran párrafo
extraído del libro “Ser de River” de Andrés Burgo. Un libro que comencé a leer
y me atrapó de tal manera que en pocos días ya había llegado al final. Muestra
una gran historia de amor pero a diferencia de la mayoría de esas historias,
ésta tenía un final diferente, no comeríamos perdices. Tal vez me atrapó tanto
porque no sólo es la catarsis del propio sufrimiento del autor en el vía crucis
sino que es el retrato exacto de cómo vivió esos años cada uno de nosotros. Lo
leía en los viajes en tren y podía sentir varias miradas posadas sobre el
libro. Algunas eran con orgullo, otras eran de esas que te sobran, de esas que
se creen mejor que uno por el momento en el que a cada uno le toca transitar
actualmente. De cualquier manera, me gustaba sentir ese orgullo cada vez que sacaba
el libro de la cartera.
Con respecto al párrafo, me siento totalmente identificada y
estoy segura de que a muchos más les pasó lo mismo cuando lo leyeron. El
descenso me dolió mucho y lo lloré mucho, incluso sigue siendo una herida
abierta. No puedo negar que a nivel personal me han pasado cosas peores, pero
en esos momentos, esperaba el domingo y entonces ahí estaba River para
regalarme una sonrisa y todo lo que pasaba dolía un poquito menos. Siempre
estuvo ahí River, conmigo. Si me caía, River me ayudaba a levantarme. River es
ese amigo que siempre está, que no necesitas llamar cuando estás mal porque ya
lo sabe y no sólo te acompaña sino que también te regala una alegría. River me
hacía feliz en esos 90 minutos, porque me hacía olvidar de todo lo malo que
podía estar pasándome. River curaba las tristezas, el cansancio, el sueño, los
dolores. RIVER ME HACE VIVIR.
Después de haber transitado este año junto a mi buen amigo,
entendí que yo también era amiga de River, que River también podía caerse y que
esta vez a mi y a todos los que formamos parte de esta gran familia millonaria
nos tocaba ayudarlo a levantarse. Porque Andrés Burgo termina el libro con una
frase que me hizo entender a mi también: "no le podía pedir a River que
fuera lo invencible que, evidenmente yo no soy"
No hay comentarios:
Publicar un comentario